Adiós Saramago.

Es bien sabido, que el espíritu humano, muy frecuentemente toma decisiones de las cuales parece ignorar la causa, se supone que lo hace habiendo recorrido los caminos del pensamiento con tanta velocidad que luego no es capaz de reconocerlos, y aún menos de reencontrarlos.

Es un defecto común en los hombres el decir mas fácilmente lo que quieren que sea oído por otro que ceñirse a la verdad, pero, para que los hombres puedan ceñirse a la verdad, tendrán primero que conocer los errores, y practicarlos, no sabría responder a la pregunta con un simple sí o un simple no, pero creo en la necesidad del error.

Es sabido que ningún ser humando, incluso aquellos que hay llegado a edades que denominamos seniles, puede vivir sin ilusiones, extraña afectación psíquica indispensable para llevar una vida normal.

La mirada oblicua es la que está atravesada por el error, la duda y la sospecha, es la que pone en cuestión lo que se mira o la que hace pensar en la posibilidad de otra respuesta, a lo establecido, pensar que no hay verdades definitivas.

Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que viendo, no ven.

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